jueves, 17 de julio de 2008

Trocados, inventados, probablemente irreales

Cuando trato de acordarme momentos felices, y todas esas cosas trilladas que ya se han agrupado cientos de veces bajo la clasificación "momentos felices" me vienen a la cabeza un par de recuerdos. Todos trocados, modificados, probablemente irreales. Cuando no quiero pensar en nada (la mayoría del tiempo) me agarro de esos momentos, que en realidad parece que los hubiera soñado, y son siempre dos o tres, y no sé si realmente ocurrieron. Cuando suena, a veces, una voz triste, demasiado melancólica, con una melodía de piano deprimente atrás, y yo estoy con los auriculares, a todo volumen, en una casa enorme y sola, e intento acordarme de esos (y ahora va con comillas) "momentos felices" que probablemente no existieron nunca, se me viene a la cabeza la nena chiquita de rulos y se queda ahí parada, mirándome, con esa mueca extraña que tenía en todas las fotos y videos, ojos tímidas y mordiéndose el dedo gordo, se entremezcla en las letras del monitor o en las luces azules titilantes de cualquier página, quieta, parada. Me parece, de repente, que está burlándose de mí, tal vez porque cuando suena un piano desgarrador y yo no estoy ni feliz ni triste, cuando trato de escuchar música, navegar por internet o escribir para evadirme, y quiero acordarme de algún momento feliz, no puedo acordarme de nada. Ni siquiera de los recuerdos trocados, inventados, probablemente irreales.

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